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Opinión

MORENA, ¿movimiento inerte?

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Arturo Hernández Tovar

A quince meses de que el proceso electoral entre en su máxima ebullición, en Michoacán ya se ha escuchado el estruendo anticipado de burbujas formadas, de manera probabilística, por toxinas arrojadas por inexpertos, desesperados o por quienes buscan precipitar los acontecimientos para aprovechar ventajas.

Ante tal fenómeno, hay quienes, con cabeza fría, ponderan que todo debe darse a su tiempo. Sin embargo, no recomiendan dejar de mantenerse atentos, observantes y, sobre todo, alertas para actuar con oportunidad, prudencia y seguridad, sin arriesgar el éxito esperable.

De cara al próximo proceso electoral, quienes se asumen como perdedores —porque ciertamente ya lo han sido— han tomado la posición de torpedeadores, creyendo, seguramente, que su puntería logrará derribar cualquier objetivo que les represente superioridad en la contienda.

Y los torpedeos son literales: cuanto más estruendosos, mejor —pensarán quienes los conciben, los propician y los hacen estallar desde el anonimato, la oscuridad o el control remoto— ya sea en tierra, en pantallas o incluso en escenarios concurridos.

Estos intentos saboteadores, en tanto estruendosos, parecen estar teniendo éxito al provocar el amilanamiento del adversario, al que —según ciertos signos— en efecto están arrinconando en el espacio de lo inerte, dejándolo casi totalmente pasmado.

Tal es la imagen, no del todo clara aún, que puede percibirse del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), que de un gran activismo ha pasado al reposo, a ocupar el espacio de lo inerte, dejando de estar presente incluso en la conversación cotidiana de sus propios prosélitos. La burocracia dirigente se ocupa de lustrar sus escritorios, mientras que quienes sí ejercen liderazgos dilapidan inteligencia en peleas internas, no solo de autodestrucción, sino de socavamiento del Movimiento esperanzador que, ciertamente, ha demostrado ser un instrumento eficaz de transformación política, social, económica y de otros órdenes de la vida del país.

Hacer política —mucha política, y más política de la que realmente da frutos y nutre el avance social— es exigible a quienes han escalado posiciones dentro de este Movimiento, ganando la confianza popular.

Quince meses son una levedad para llegar a la ebullición del proceso electoral, y serán muy poco —o quizá nada— si la lucha no se nutre de nuevos contenidos, si no se abanderan causas sociales latentes y se permite que estas continúen desbordándose por doquier, convirtiéndose en reclamos no atendidos.

Si todo ha de ser a su tiempo, ya es tiempo de que el Movimiento ocupe el suyo en reactivarse y deje, cuanto antes, el espacio de lo inerte, haciéndose sentir por todos lados.