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Opinión

Hora de enterrar más el arado

Arturo Hernández Tovar

Si bien las nuevas movilizaciones que con tractores -y ahora con tráileres- han paralizado carreteras en algunos estados del país pueden atribuirse a la estrategia que han puesto en práctica los opositores al Gobierno de la 4T, también dejan ver que las respuestas siguen siendo paliativos que dan pretexto para que sean potenciadas.

​Ahora ya no sólo han sido agricultores reclamando apoyos para la producción y la comercialización de maíz y otros granos; se ha añadido oposición abierta a los nuevos ordenamientos legales que ven venir en materia de regulación del agua de riego, sobre todo los tenedores de concesiones, muchos de los cuales, según lo ha revelado el gobierno, tienen en ello un filón de enriquecimiento al acapararla y venderla para uso doméstico, incluso a gobiernos municipales; y no utilizarla para riego agrícola.

​A las protestas obstruccionistas en carreteras se ha agregado también la de un sector de transportista de carga (traileros), quejándose de inseguridad, no obstante que el gobierno muestra cifras que dan cuenta de la disminución de delitos en ese rubro.

​Esas movilizaciones, más allá de los intereses aviesos que se les puede encontrar, no dejan de ser signo de inconformidad social parcialmente válida que puede seguir escalando, sumándose además otras exigencias.

​Frente a ello el gobierno sólo ha dado muestras de contención en lo que a la problemática de la siembra y comercialización del maíz se refiere. Además, sus respuestas únicamente atendieron a quienes primero alzaron la voz, dando lugar a que agricultores de otras regiones también gritaran reclamando lo suyo y sumaran otras demandas como la de los transportistas en el renglón de inseguridad que padecen.

​Sin embargo, a un gobierno abrumadoramente apoyado por el sufragio popular -especialmente de los sectores de abajo- es exigible que no espere a que la inconformidad social aflore para darle respuesta reactiva, sino que vaya mucho más adelante de los problemas con planes, programas y acciones que conciten el refrendo del apoyo popular depositado en las urnas.

​Con tanto capital político, el Gobierno de la Transformación alcanzaría hoy -y cuanto antes, mejor- para calar verdaderamente hondo en el campo asegurando la autosuficiencia en maíz y otros granos básicos, para no exponer al país a la caprichosa voluntad del extranjero, de donde provienen la mayor parte de los volúmenes que aquí se consumen, con la “justificación” de que es más barato importar que producir, según fue la lógica de Carlos Salinas de Gortari al suscribir el llamado Tratado de Libre Comercio.

​Mucho más lejos podría ir hoy la mirada del Gobierno de la Transformación que se ha propuesto echar abajo por completo las tan nocivas políticas del Neoliberalismo Económico.

​De querer verdaderamente ir al fondo se tendría que buscar rescatar la propiedad social de la tierra. Es decir, reivindicar el ejido que fue privatizado por las reformas constitucionales de Carlos Salinas de Gortari. Rescatarlo y fortalecerlo con novedosas formas de organización y producción colectiva que garanticen autosuficiencia para la alimentación del pueblo mexicano y, por añadidura apuntalen la soberanía del país.

​Pero casi nadie en el Gobierno de la Transformación da visos de intento alguno, proyectan la impresión de que la Revolución Mexicana levedad y simples palabras.. Al diputado Alfonso Ramírez Cuellar se le ve casi solo enarbolando causas del campo, no obstante que la Presidenta Claudia deposita en él su confianza para que salga avante.

​Y así, enmedio del berbecho, de su tierra labrantía, con nostalgia revolucionaria, un tanto desencantado, pero con renovada esperanza, el hombre de campo ha de preguntarse si por fin ha llegado la hora de calar más hondo el arado, para que la tierra abrigue en sus entrañas la semilla que no sólo alimente a satisfacción a los mexicanos, sino que les derrame prosperidad y justicia.

​Entretanto mediante reformas el Gobierno de la Transformación busca revertir los latrocinios de Salinas y Felipe Calderón, poniendo orden en la distribución y uso del agua para riego, rescatándola como bien nacional. Es por ello que paradójicamente los acaparadores de concesiones, entre quienes sobresalen destacados políticos del PAN y del PRI, sienten que el agua les llega al cuello y prohíjan y alimentan protestas.

​Más si hubiese disposición de rescatar la propiedad social de la tierra, necesariamente tendría que hacerse a la par con el agua para darle integralidad al plan y programas que hagan del campo prósperos graneros generadores de alimentos asequibles al pueblo y, al mismo tiempo de trabajo y de inversión de campesinos, agricultores; del Estado mismo y de cuantos podrían tener en ello la oportunidad de dar rendimiento a sus recursos económicos.

​Si los gobernantes y los llamados representantes populares lo llegan a hacer, que nos inviten a la elotiza, en Michoacán conocida como “chivada” (elotes asados en fogata, en la milpa misma).